Chernóbil. Muchos hemos conocido este lugar gracias a los documentales o a los artículos que se dedican año tras año sobre la tragedia que aconteció en este sitio... y en muchos casos solo nos quedamos con eso, con la parte general de la situación, con sus fotos macabras y con las ganas de visitar la zona para vivir una experiencia "extrema"
Entrando en el tema del libro, Svetlana Alexievich tiene un Premio Nobel, como cosa rara, no conocía de su existencia y por ende, su labor sino hasta que la anunciaron como invitada a la Feria del Libro de Bogotá de este año (2016), como cosa rara, tampoco estuve en la conferencia que dio en este evento, y como cosa rara, me animé a leer alguno de sus libros luego que todo el boom de literatura y #ChupaElPerro pasara un poco.
Svetlana nos muestra la parte que simplemente ignorábamos, las personas que aun existen tras la tragedia y siguen viviendo a sus alrededores, todos y cada uno con una historia que cargar a sus espaldas, con un drama que soportar y sobretodo con muchas preguntas que para siempre se quedarán sin resolver.
Ya casi se van a cumplir 30 años del suceso y muchas de las personas en sus relatos solo recibieron una pequeña cantidad de dinero y una placa, por los servicios prestados al país. Y claro, eso no compensa la perdida y las consecuencias que tendrán que soportar hasta el día que mueran. Tal como se menciona en alguna parte del libro "Estos eran los sentimientos de los primeros días. No perdimos una ciudad, sino toda una vida."
Pero aparte de las tragedias humanas, del dolor causado por la enfermedad producto de la radiación, del abandono general y de la desinformación que se sufrió durante los primeros meses, encuentro que es una historia (una pequeña cantidad de historias) sobre el sentido de apropiación, y cómo separan a alguien de raíz de lo que fue su vida, su sustento y su historia. Debo citar esta parte, que para mi, fue una de las más tristes del libro:
"Nos marchamos.
Quiero contarle cómo se despidió mi abuela de nuestra casa. Le pidió a papá que sacara del desván un saco de grano y lo esparció por el jardín: «Para los pajarillos de Dios». Recogió en un cesto los huevos y los echó al patio: «Para nuestro gato y para el perro». Les cortó unos trozos de tocino. De todos los saquitos echó las simientes: de zanahoria, de calabaza, de pepinos, de cebolla. De diferentes flores. Y las esparció por el huerto: «Que vivan en la tierra». Luego le hizo una reverencia a la casa. Se inclinó ante el cobertizo. Recorrió los manzanos y los saludó a cada uno.
Y el abuelo se quitó el gorro cuando nos marchamos."
Aunque no solo existe el sentido de apropiación con la tierra, un tema que recientemente se ha vuelto común en nuestro país, razón por la que muchas veces relacionaba esa tragedia con la que por mucho más tiempo ha aquejado a Colombia. También está la tragedia humana, esa que consiste en perder lo que más se quiere y en luchar por no dejarlo ir sin importar lo que toque pagar por ello.
Muchas personas perdieron a sus mascotas, sus cultivos, sus muebles, pero también perdieron a su familia, a sus esposos, a sus hijos que aunque no presenciaron la tragedia, si nacieron con ella en su cuerpo lista para empeorar su calidad de vida. Incluso perdieron su dignidad, porque ya no son considerados como otros seres humanos más de los siete mil millones que habitan en el mundo, son seres humanos de Chernóbil y eso los hace especiales y temidos.
"Para algunos, Chernóbil es una metáfora. Un símbolo. En cambio, para nosotros es nuestra vida. Simplemente la vida."
También es una enseñanza sobre la eterna guerra de poderes, sobre la diferenciación de clases sociales que existe y existió en un país como la URSS, donde tener un dosímetro significaba vivir o morir, donde los héroes que no solamente fueron militares, trabajaron con las uñas aun sabiendo que nunca les darían la suficiente protección contra la radiación y solo recibieron a cambio un diploma, un ataúd con recubrimiento de plomo y una tumba especial diferenciada del resto, que no los dejaba como unos verdaderos héroes sino como algo a lo que temer.
Y aunque extraño, también significa segundas oportunidades para algunos desterrados, que encontraron en ese sitio tan desolado una opción de vida, de pasar sus días tranquilos sin conocer más del mundo en general, solo de lo poco que tienen a su alrededor y que por nada del mundo quisieran abandonar.
Es un libro sobre la tragedia y sobre la vida misma, la vida de la gente que fue de Chernóbil y sus alrededores, la vida de la gente que ahora es de Chernóbil y vive tranquila con ello, la vida que solo les pertenece a ellos y nosotros como simples lectores solo podremos entender hasta donde el relato escrito nos permite, porque tendremos que vivir algo de la misma envergadura para entender por completo el dolor, la frustración, el miedo y la rabia que contiene cada una de las palabras escritas en los relatos.
Finalmente, solo conoceremos esas historias, pero hay cientos de miles historias anónimas que nunca serán escuchadas, que nunca serán conocidas, que se fueron a la tumba tal como existieron, en silencio y en profundo sufrimiento. Y, para esta clase de cosas, siempre es bueno encontrar a alguien se ponga la camiseta y esté dispuesta a escuchar al resto, porque todos tienen cosas que contar, asuntos que resolver... aun cuando a nadie le importe ya encontrar un motivo o una solución a su sufrimiento.
"Tal como ahora lo entiendo, Chernóbil es un gran experimento también para nuestro espíritu. Para nuestra cultura."
Calificación Goodreads: 5 de 5
Valor: $30000 en Librería Nacional. (versión Ebook)
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